lunes, 28 de diciembre de 2015

"Hechos aislados": La contaminación en Salamanca

    "Hechos aislados" fue la frase que oí a mitad del año cuando hubo una de las tantas emergencias o casi emergencias en la Refinería. Oí también, en este año, un comentario que, palabras más, palabras menos decía "y eso que no has visto lo que pasa en Univex". El asunto es que en estos días se ha hecho más que patente el problema de la contaminación en Salamanca. Tema que ha inundado (ocasionalmente) páginas en la prensa nacional y en sitios web de activistas de la protección al medio ambiente. El problema está en que la mayoría de los de mi generación hemos vivido junto a la contaminación y de pronto lo la notamos o, en todo caso, se nos ha vuelto familiar, pero Salamanca es un asco.

  Yo nací y viví hasta los 17 años a escasos 500 metros de la Catalitica, torre que en montones de veces se salió de control y arrojaba espesas nubes amarillas. Recuerdo que cuando salíamos a pasear por el lado oriente de la refinería, los quemadores aventaban humo negro sumamente pesado, pero crecimos con ello y se nos hizo "normal". Recuerdo que la catalítica aventaba bolas, bolas de no se qué en ocasiones más grandes que un frijol, y que si dejabas la ropa a secar en los tendederos se les marcaba una raya negra. Eso no era otra cosa que una espeluznante contaminación.

  Muchos recordarán aquella vez que "el río Lerma se incendió" y también la vez que hubo una fuga del temido paratión y malatión, no de Riama sino de Techkem, yo para entonces ya no estaba en Salamanca pues yo huí, antes de cumplir los 18 años a respirar a otros lugares pues en Salamanca 3 días como mínimo me los llevaba con la nariz tapada.

   Una vez que regresé, luego de 15 o más años de no estar "en la villa", la primera noche me fue prácticamente imposible dormir por dos razones: el ruido de la refinería y los olores provenientes de ella, incluso llegué a vomitar en mitad de la noche por el olor insoportable al cual no estaba acostumbrado.

   Justo ahora, 29 de diciembre, no estoy en Salamanca, llevo varios días fuera de ahí y he leído en la prensa del caos ambiental que hay. No me extraña nada pues en la actualidad y desde hace 5 años, paso largas temporadas en Salamanca, no me he acostumbrado aun al ruido, menos a los olores, vivo con pastillas que me facilitan la respiración, el ruido lo eliminé cerrando las ventanas, por más calor que haga, lo prefiero al ruido. En ocasiones he salido alarmado cuando inician los procesos en las sección de calderas que producen un ruido equiparable a una par de aviones tipo Boing con las turbinas encendidas, vivo en Las Reynas, a escasos 500 metros de esa sección de la refinería.

  Y malamente me he tratado de habituar a los olores, al menos ahora ya no vomito, pero hay ocasiones en que verdaderamente es abrumador lo que uno tiene que soportar. Pero hay algo peor aun que he notado. Que esos ruidos y olores se producen luego del mediodía del sábado y todo el domingo, quizá porque sean los días en que los monitoreos de la calidad del aire, tengo entendido, no operan, así que el momento en que la autoridad se voltea al otro lado para dejar que nosotros, padezcamos la contaminación ambiental no solo del aire, también la auditiva.

  Y de la basura sólida, la que hay por todo Salamanca, de eso hablaremos en otra ocasión, aunque he manifestado en este espacio mi preocupación al respecto. Mal estamos acabando el año y no creo haya algo bueno en términos ambientales para el próximo. Ojalá esté exagerando... ojalá.







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