viernes, 29 de abril de 2011

Comentarios que un norteamericano hace sobre Andrés Delgado, el Giro, en 1824



Para muchos, en Salamanca, Andrés Delgado no es más que el nombre de una calle, esa que pasa por un lado de la Parroquia Antigua, pero, si una calle en Salamanca lleva ese nombre es debido a que el nombre encierra una historia y se justifica de ese modo el que la calle haya adquirido el mismo nombre del héroe si bien local, Andrés Delgado, fue héroe en un pasaje muy importante de la historia de México: la Independencia.

Desde 1812 hasta 1819 fue que Andrés Delgado mantuvo la presencia Insurgente en la zona centro del Bajío, especialmente en Salamanca y Valle de Santiago. Fue hacia 1817, cuando Xavier Mina ya había llegado a esta parte central de la Nueva España. José Antonio Torres, conocido como El Padre Torres (no confundirlo con el Amo Torres), hacía la guerra solo por hacerla, sin instrucción, sin ideal, solo por el mero hecho de hacerla y pensando siempre en su propio beneficio. Con esos ideales, se había trabado ya una especie de odio hacia el ya nombrado General Xavier Mina pues él, el Padre Torres, era el que quería encabezar el movimiento Insurgente en la zona.

Uno de los acompañantes de Xavier Mina que se le unió en Baltimore, de origen norteamericano y que gustaba de la historia, una vez concluida su intervención en México se dedicó a escribir sus memorias, dándole especial interés a la expedición que el general Xavier Mina encabezó con cerca de trescientos europeos y norteamericanos en México. En ese libro da cuenta de una forma por demás interesante, datos sobre nuestro héroe salmantino, Andrés Delgado, el Giro.

"Uno de los jefes que nos habían contribuido a la deposición de Torres, era don Andrés Delgado, más conocido con el nombre de El Grio, indio de nacimiento, y aunque falto de educación, singularmente ingenioso y muy diestro en la guerra de partidarios. Su valor era impetuoso, su actividad asombraba al enemigo. Su edad era de veinticinco años, y en su corta carrera militar, había recibido veintidós heridas.


"Mandaba los dragones del Valle de Santiago, que formaban el más bello y el más útil de todos los cuerpos patriotas de Nueva España. Entre las tropas reales pocas había que lo igualasen en el campo de batalla y ninguna que lo excediese en valor.


"El Giro y sus dragones no eran muy afectos a Torres, y aguardaban con impaciencia que se les diese la orden de hacerlo obedecer por la fuerza. Arago, que conocía los resultados que podía traer consigo una reyerta de esta clase, determinó adoptar medidas pacíficas antes de echar mano de las violentas..."(1)

El libro mencionado hace recuento completo de la actuación de Mina en México, la parte que habla sobre El Giro es más extensa que lo que aquí te comparto, si te interesa leer todo el pasaje, lo puedes encontrar aquí mismo pues está digitalizado, lo que me parece sorprendente es el comentario amabilísimo que, seguro estoy llenará de orgullo a todos los vallenses que lo lean, eso del "más bello y más útil cuerpo de patriotas".


Fuente:

1.- Memorias de la Revolución de México y de la expedición del General Francisco Xavier Mina. William Davis Robinson. Londres, 1824. Traducido por José Joaquín de Mora.




Para saber más sobre Andrés Delgado, entra aquí:

viernes, 22 de abril de 2011

María Tomasa Estéves y Salas, la versión de Carlos Hernández



La siguiente biografía es del personaje femenino mejor conocido, al menos por nombre, nacido en Salamanca, Guanajuato: Tomasa Estévez. De ella se han comentado varias cosas, todas relacionadas a su belleza, hay quien la considera la Friné Mexicana, unos dicen que fue Iturbide quien giró la orden de su ejecución, otros que esa seducción que realizaba en las tropas realistas era con el fin de llevarlos a las filas insurgentes. Es bien conocido el pasaje aquél en el que Tomasa Estévez, momentos antes de ser fusilada pide le den algunos alfileres para cuidar de que al caer víctima de la ejecución, sus enaguas le sigan cubirendo. No hay muchos datos de ella, sin embargo, ahora que, gracias al licenciado Rafael Reyes, Cronista vitalicio de Moctezuma, San Luis Potosí, que me hace llegar una copia del libro publicado en 1918 de Carlos Hernández, es que veo una versión ligeramente distinta de la historia que habitualmente leemos sobre la vida de la heroína nacida en Salamanca.

"Son bien conocidos por los anales de la historia los duros acontecimientos verificados en los primeros días de la Independencia mexicana. Ocurridos los primeros combates en San Miguel el Grande, Guanajuato, Valladolid y Las Cruces, a causa de los inconcebibles desmanes que se desarrollaron por parte de los Insurgentes empezó una reacción realista que bien pronto puso a los peninsulares en condiciones de tomar la ofensiva. Fue entonces cuando en Zacatecas, el conde de la Cadena, don Manuel Flón, levantó un cuerpo de tropas, con hombres decididos, bien asalariados y que imbuidos en el arte militar, sus jinetes en defensa del rey, bien pronto fueron el terror de los patriotas.

El conde de la Cadena tomó una participación muy activa con su incontrastable caballería en el memorable hecho de armas del Puente de Calderón, pues fue segundo en jefe, pero este realista fue herido de gravedad y sucumbió. Este noble personaje tenía un hijo a quien pudo profundamente la trágica muerte del autor de sus días, y como en su corazón se abrigasen las más airadas pasiones, juró vengar la muerte de su padre derramando unas cuantas ocasiones se le presentase la sangre de los patriotas mexicanos, lanzándose en la lucha con furor Euménida: (se refiere a las Euménides (obra). Ese era el terrible Coronel Flón!


En todas partes los Insurgentes iban prendiendo terreno, y los realistas a su vez iban recuperando las más importantes plazas de la Nueva España. Salamanca, hermosa población de la Provincia de Guanajuato, situada a orillas del caudaloso río Lerma, fue evacuada por los americanos. Los realistas a tambor batiente se acercaron a ella, y cuando sus habitantes supieron que el jefe de la columna era el coronel Flón, se llenaron de terror, porque comprendieron que en el momento iba a empezar lo feroces actos de su venganza con que pretendiera hacerse tristemente célebre.


Algunos de esos vecinos abandonaron el caserío, refugiándose en despoblado; otros, confiados en la Providencia, se encerraron en sus hogares, no sin temer que de un instante a otro podrían ser conducidos al fusilamiento o a prestar sus servicios forzados en las filas realistas. La entrada del coronel Flón se verificó a la caída de la tarde. Cerradas a remache las puertas de las casas, por suerte nefanda en una de estas sus moradores dejaron su entrada enteabierta y al ver dos soldados de la columna, se desprendieron de ella sigilosamente, sin ser notados el hecho ni por los oficiales ni por los sargentos o cabos. Ya en el interior aquellos dos desventurdos, ocurrieron a la dueña de la casas, la joven de sorprendente hermosura, doña María Tomasa Estevés y Salas, echándose a sus pies y suplicándole encarecidamente los ocultase.


Eran dos mexicanos arrancados del lado de sus pobres familias por la presión de la leva realista, y aunque en el momento no se encontraba en la casa el esposo de dicha joven, al simpatizar ésta con las ideas de la independencia y ser patridaria decidida de la causa de los americanos, con alma bondadosa acogió a los desertores. en vano la madre de doña María Tomasa le hizo patente el peligro inminente a que se exponía, en vano le manifestó el riesgo con que comprometía a su esposo que en aquel instante se hallaba ausente, en vano hizo valer su ascendiente de madre... Todo fue inútil.


Ella dijo a la autora de su existencia que aunque perdiese la vida estaba dispuesta a salvar la de aquellos dos mexicanos víctima de la tiranía. Entre tanto, las fuerzas de los realistas se alojaron en sus cuarteles, y como se notase la desaparición de aquellos dos soldados, se dio la parte de lo ocurrido al coronel Flón. Este ordenó que inmediatamente se practicase un cateo y no fue difícil encontrar a los prófugos. Llevados a la presencia del coronel, juntamente con la señora Estevés los lastimó duramente y en su cólera mandó que fuesen pasados por las armas. La noticia conde con la velocidad del rayo y todos los vecinos se llenan de consternación al saber que sería fusilada una persona tan estimada por sus virtudes como doña María Tomasa. Su esposo se ofreció con objeto de recibir por ella la muerte, pero nada consiguió. Los vecinos más caracterizados hicieron valer sus gestiones con el fin de libertar a la condenada, pero todo resultó ineficaz. el conde Flón solo oraba al recuerdo de la muerte de su padre, el conde de la Cadena.


La señora Estéves serena, y con la mirada fija en el cielo, camina con paso firme sin dar a conocer la menor debilidad, una vez formado el cuadro, empezó a soplar viento, y como la ajusticiada notase que le descomponía sus vestiduras, pidió unos alfileres con que se las aseguró. Luego se hincó entre sus dos compañeros y suplicó a los soldados no se le apuntase a la cara. Los soldados con lágrimas en los ojos recibieron la orden de fuego y la atroz descarga se dejó escuchar. Mientras esto sucedía, la madre de la señora Estévez, rodeada de las personas de su familia y de su intimidad, al oír las señales de la ejecución, sin derramar llanto ni exhalar una queja, les dijo que ya era hora de levantar sus preces al Todo Poderoso por el descanso de aquella mártir.

Por su parte el coronel Flón dispuso que la cabeza de la señora Estévez y Salas fuese cortada de su cuerpo, y traspasada con una escarpia enorme se le afianzó a la extremidad de una viga, colocándosele en la citada plaza principal, para ejemplar de encubridores de Insurgentes que aspiraban a tener libertad.

Ahí permaneció por mucho tiempo la cabeza, provocando la admiración y el asombro de cuantos la contemplaban. Aquella testa hermosa, no presentaba en sus delicadas líneas los duros carcacteres de una fusilada, sino la apacible tranquilidad de una excelsa beatitud. Ligeramente pálida, mostraba la tenue calma de un reposado dormir, velado por los cadejos de una abundante y juvenil cabellera , cual si para despertar esperase la solemne hora de la justicia divina.



Fuente:



1.- Lic. Carlos Hernánez. Mujeres célebres de México. Casa Editorial Lozano. San Antonio, Texas. 1918.

jueves, 21 de abril de 2011

La Semana Santa de 1811, cuando en el Bajío se silenció.



En mundo en el que vivimos, con la cantidad de información que fluye cada día, pasan desapersividos, en ocasiones, ciertos datos que, aunque pequeños, nos dejan imaginar como se hubieran podido dar las cosas hace doscientos. Años. Bien sabemos que el año pasado, 2010, celebramos en todo México el Bicentenario, para muchos fue solo la celebración del 15 y de Septiembre, pero, cuando entendemos bien las cosas, sabemos que seguimos celebrando el Bicentenario pues la guerra por la Independencia apenas comenzó el 16 de Septiembre, pero siguió a lo largo de once años, así qué, seguiremos escuchando sobre el festejo del Bicentenario de aquí al 2021, cada vez enfocado a un cierto acontecimiento que se desarrolló relacionado a esa larga revolución.

Por Salamanca el cura Hidalgo pasó no una, ni dos, sin tres veces. Quizá la estancia más conocida, en la cual se hospedó un par de noches en esa que entonces era una villa, es la más conocida, cuando venía de Celaya y se dirigía a Guanajuato, esto aconteció el 23 y 24 de Septiembre de 1810, apenas había pasado una semana desde el "Grito de Dolores". Una vez dados los acontecimientos en Granaditas, el rumbo que tomó el cura, encabezando al ejército Insurgente fue al sur, así que volvió a pasar por Salamanca, en esta segunda ocasión lo fue el 10 de octubre; de Valladolid enfilaron con la intención de llegar a la ciudad de México y capitular, cosa que no sucedió a pesar del triunfo en el monte de Las Cruces, Hidalgo entonces regresó rumbo al Bajío y se enfrentó a los realistas en las inmediaciones de Aculco, allí perdió y fue cuando "reculó" hacia la tierra que bien conocía: el Bajío. Pasó, a decir de algunos historiadores, una tercera vez por Salamanca pues se dirigía de Celaya a Valladolid, esto sería el 14 de noviembre; todas las fechas corresponden al año de 1810.

En Salamanca fue hace un año en el que tuvimos dos grandes celebraciones, una, la que nos unió a todos los mexicanos en el Bicentenario, la otra fue una cosa meramente local, pues festejamos el 450 aniversario de la llegada del Senior del Hospital a nuestra ciudad. Aplicando la aritmética, en una sencillísima operación veremos que, en 1810 había pasado un Bicentenario y Cuarto de la llegada del Cristo Negro; efectivamente, en 1810 El Senior del Hospital llevaba ya 250 años de ser venerado en Salamanca, consecuentemente la Semana Santa de 1811 debió haber sido, según mi apreciación, una festividad silenciada por la presencia realista en Salamanca y por haberse ya conocido que don Miguel Hidalgo y Costilla y los demás jefes Insurgentes habían sido aprehendidos en Acatita de Baján apenas un par de semanas atrás de ese Martes Santo de 1811.

La Semana Santa es una fecha movible, eso todos lo sabemos, hay una fórmula dictaminada por el Vaticano hace muchos años en la cual se establece cuando será la Semana Santa y de allí se determinan todas las festividades movibles que tenemos en el calendario Católico. La luna llena más próxima al equinoccio de primavera establecerá el Miércoles de Ceniza, la Cuaresma y la Semana Santa. Para 1811 esta fórmula estableció que el Domingo de Ramos sería el 7 de Abril, consecuentemente la Solemnidad del Senior del Hospital en Salamanca sería el Martes 9 de Abril de 1811. Los acontecimientos en Acatita de Baján se dieron el 21 de marzo, había pasado ya el tiempo suficiente para que fuera conocido en todo buena parte del virreinato los acotecimientos, al menos en Salamanca ya se sabía pues la posta con la notificación oficial al virrey Venegas fue recibida en la ciudad de México el lunes 8. La posta venía de Monclova, pasando forzosamente por Salamanca, que era la vía más corta para la ciudad de México, esto seguramente aconteció 3 o 4 días antes, es decir, el día 4 o 5 de abril: la noticia que se llevaba era de lo más importante, una verdadera primera plana y se tenía que difundir en toda la Nueva España: el ejército Insurgente con todos sus jefes habían sido aprehendidos y se daba por concluido el movimiento de insurrección, así pues, en Salamanca, población netamente Insurgente, más que tener una festividad gozosa, ese Martes Santo de 1811 fue una festividad silenciosa para El Señor del Hospital.

Pero esta serie de "curiosidades" y fechas olvidadas o no adecuadamente recordadas terminan allí. Dice don José Rojas Garcidueñas en su libro Salamanca, recuerdos de mi tierra guanajuatense, que hubo un paso más del cura Hidalgo, este ya no en vida, sino en sus restos. Cuando fueron exhumados los cráneos de los cuatro próceres que colgaban de las esquinas de Granaditas, fueron colocados en el Panteón de San Sebastián en el Real Santa Fe de Guanajuato, consumada la Independencia una de las primeras cosas que se dictaminaron fue la de trasladar los restos de los héroes a la Ciudad de México, estos salieron de Guanajuato a la Hacienda de Burras, se dice que de allí siguieron a San Miguel el Grande para continuar a Querétaro y llegar a México, pero don José Rojas nos comenta que de Burras siguieron a Salamanca, en donde la noche del 1 de septiembre de 1823 la pasarían en el recinto parroquial, quiero pensar que se refiere a la Parroquia Antigua, será interesante adentrarnos a sus archivos para corroborar el dato.