viernes, 27 de agosto de 2010

El retablo de Santa Rita de Casia en el Templo de San Agustín en Salamanca

Son doce los retablos que conforman el templo de San Agustín en Salamanca, una vez más haré la aclaración de que para nosotros, los salmantinos, es y ha sido, el nombre con el que nos hemos referido siempre a ese recinto, sin embargo su nombre oficial es otro: Templo de San Juan de Sahagún. Para mi, muy en lo personal, es difícil referirme por su nombre oficial y prefiero el tradicional, aunque se perfectamente que estoy en un error, como quiera, manteniendo la tradición de al menos cuatro generaciones en mi familia, le seguiré dando el nombre de San Agustín.


Cinco de los retablos están dedicados a santos agustinos, tres lo son a advocaciones marianas, uno a las reliquias, uno más a las ánimas y dos Señores. Veremos hoy el de Santa Rita de Casia, que por estar intrínsecamente ligadas en su representatividad, también lo es de la Virgen de la Consolación.


Lo ubicamos como tercero del lado derecho, su forma, su estilo es diferente, sobresale quizá por su sobriedad, si es que en un recinto ultrabarroco podemos catalogar una sección como “sobria”, y así lo considero por ser más plano y mantener pocas esculturas o santos de “bulto”, comparándolo con los otros retablos.


Llama la atención los dos medallones que representan escenas de la vida de Santa Rita. Para esto diré que los retablos son, de alguna manera, una forma artística y bastante rebuscada de evangelizar, incluso en la actualidad, solo que, a diferencia de los primitivos dibujos que se hacían en los primeros templos levantados en la Nueva España, donde las representaciones eran las básicas de infierno, paraíso, nacimiento y muerte de Jesús. En cambio aquí, en los esplendores del siglo XVIII, lo que los retablos nos muestran es la vida, obra y cualidades de los santos, en este caso, de los santos agustinos.


Santa Rita, nacida en Espoleto (1381) y muerta en Casia, (1457) ciudades italianas fue forzada a casarse, las reglas de su época, siglo XV, así lo establecían, su marido, persona agresiva le daba una vida de maltrato y sumisión, tiene dos hijos y vive en la pena continua de soportar una vida que no era la deseada, ella quería ofrecer su vida al Señor pero, las circunstancias no se lo permitieron, como quiera, la oración y una profunda fe la mantuvo con la esperanza de esa mejor vida.


El marido, con el carácter altanero y agresivo muere, al parecer en una riña y la viuda pide al señor que si sus hijos tendrán una vida igual a la de su padre preferiría verlos muertos y, en efecto, los dos niños mueren, ella queda libre y solicita entra en el convento solo que, siendo viuda no es aceptada, insiste con la superiora pero nada, nada la puede convencer. Rita sigue en oraciones y rogaciones para que su deseo se haga realidad.


Y es entonces que el milagro se da, tiene la aparición de tres santos, uno bíblico, San Juan Bautista, uno de la iglesia primitiva, San Agustín y uno más “moderno” San Nicolás de Tolentino y son ellos tres que la conducen al convento, el cual era imposible de penetrar, como quiera, con la santa intervención Rita queda dentro del convento.


No satisfecha con estar allí ahora sus peticiones, sus rogaciones dirigidas al Señor van dirigidas a sentir, a sufrir las penas físicas que Él tuvo en la cruz y, en milagrosa aparición El Señor le da una de las espinas de su corona y aparece en ella el estigma en la frente, esa herida que, mas que un dolor físico, era un privilegio que se le había otorgado.


Rita lleva una vida de recato y oración, vive una vida plena de entrega al Señor y muere siendo consolada por la Santísima Virgen, en este caso, en su Advocación de la Consolación, así es que Rita tiene una buena muerte y pasa a la historia del Catolicismo como ejemplo de prudencia y recato. Es por eso que Santa Rita es la Abogada de los casos desesperados.


Es en su muerte que hay el punto de contacto, en lo conceptual, para desarrollar el arte dentro de este retablo pues es cuando tiene la aparición de la Virgen de la Consolación, recordemos que cuando se reza el rosario en las Letanías lauretanas, invocándola como Consolatrix Afflictorum, consuelo de los afligidos.


Al centro, en la parte baja vemos a Santa Rita ya con el estigma en su frente y sus dos pequeños hijos, en el siguiente, vemos a la Virgen de la Consolación la cual muestra el cinto de cuero negro que ella, María le dio a la Orden Agustina para que lo usaran en su hábito, arriba nuevamente vemos a Santa Rita, aun sin el estigma siendo esta escultura la parte central del retablo.


La Virgen de la Consolación, según la tradición, se apareció en 1605 en la provincia española de Albacete (dentro de Castilla-La Mancha), sobre una Retama a un "morico" (es decir, a un joven descendiente de árabes) llamado Jamet, (es decir, Juan), al que le pidió que fuera al pueblo de Montealegre y pidiera que en aquel lugar se le edificara un templo donde darle culto… típica historia de una aparición mariana del siglo XVI, no está de más anotarlo.


El Templo de San Agustín es, sin lugar a dudas, un libro abierto en el cual, si vamos con la intención de aprender, de ver un poco más allá del arte, recrearnos en él, pero con la idea de entender lo que allí se expresa. Los retablos no son agrupaciones de esculturas y adornos, los retablos son lecciones vivas de la historia, en este caso, de la historia de los santos agustinos.


Sencillamente, sigamos admirándolo desde la óptica, además de artística, conceptual….








Este artículo no hubiera sido posible si no tuviera la valiosísima guía del maestro José de Santiago Silva en su libro El templo agustino de San Juan de Sahagún en Salamanca. Ediciones La Rana. Guanajuato, 2004.



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