jueves, 11 de marzo de 2010

Algunos favores del Señor del Hospital de Salamanca, testimonios en el libro del Canónigo Orozco.

“El Sr. Ojeda Sánchez (1) en su obra citada asienta que este Santo Cristo es uno de “los más taumaturgos en el centro del país; pues apenas si hay persona alguna a la que no le haya hecho algún favor o maravilla”. Recuerdo, ahora que este escribo, que en cierta ocasión me platicó la R.M. Sor Ma de la Paz Partida, O.P., priora de la Comunidad Dominicana de Pátzcuaro, y recientemente fallecida, la cual era oriunda de Salamanca, que una vez se presentó ante su tío, el Sr. Cura de Salamanca Pbro. D. Ramón Partida, un labriego llevando un exvoto de plata, en forma de sapo de tamaño natural, para el Señor del Hospital. Preguntamos que significaba tan extraña prenda, respondiendo que regresando a su casa ya de noche, de su labor, acostose a descansar debajo de un frondoso árbol, y se quedó profundamente dormido. Tal vez se quedó con la boca abierta y roncando y, sin darse cuenta, se introdujo hasta el estómago un inmundo y asqueroso sapo. Poco después despertó sintiendo una desazón extraña y unos agudísimos dolores de estómago que parecían asfixiándolo y lleno de angustia se arrodilló al Señor del Hospital y haciéndole el voto de ira a visitarlo a su Santuario si lo sanaba de aquel inusitado y repentino padecimiento. Apenas había formulado su voto cuando sintió vehementes náuseas y vomitó algo que le pareció extraño. Encendió luz y con asombro pudo ver que el sapo patas arriba se revolvía de espaldas en un vómito negro. Más desde aquél momento cesaron los dolores del envenenamiento y las señales de muerte debido a una espacialísima protección del Señor del Hospital de Salamanca que en su angustia había fervorosamente invocado.


En el año de 1912, siendo Párroco el mismo Sr. Pbro. D. Ramón Partida, hubo una terrible inundación en Salamanca. Durante varios días llovió constantemente de día y de noche y el Río Lerma, que pasa a la vera de la ciudad y tiene un cauce muy hondo, se salió de la madre e inundó la ciudad con tanto ímpetu, que por las noches se oía el estruendo de las casas que se derrumbaban. La piadosa dama salmantina, D. Ma. Mercedes Ochoa, se presentó ante el Presidente Municipal rogándole de rodillas permitiera sacar en procesión, por las calles de la ciudad, al Señor del Hospital para rogarle que cesara aquel azote del cielo, cediera la inundación que tenía muy abatidos y consternados a los vecinos de Salamanca, porque de no ceder las lluvias, las aguas harían desaparecer la ciudad.


No obstante que el Presidente Municipal se oponía, dio al fin la ansiada licencia y el Santo Cristo del Hospital salió cargado en hombros de la antigua y diminuta Capilla del Hospital, donde entonces estaba, en medio de las plegarias y el llanto de un pueblo, todo, que pedía piedad y misericordia. Dícese que en cuanto apareció en la calle el venerabilísimo Señor del Hospital, todos pudieron darse cuenta que se abrían las nubes, cesó la lluvia y los rayos de un espléndido sol vinieron a llenar de esperanzas y alegría a los acongojados vecinos. Luego comenzaron también a recogerse las aguas enturbiadas del Río Lerma cesando de inmediato la inundación. Este memorable hecho pasó a la historia local con el nombre de “EL AÑO DE LA INUNDACIÓN” que recordará siempre a los vecinos de Salamanca la protección muy particular y segura defensa que tienen en este devotísimo Santo Cristo llamado “El Señor del Hospital”.


Todo el texto ha sido tomado del libro Los cristos de caña de maíz y otras venerables imágenes de Nuestro Señor Jesucristo. Tomo I. Canónigo Luís Enrique Orozco y Contreras. Edición privada. Guadalajara, México. 1970.


1.- Cristos de México. José de Jesús Ojeda Sánchez. México, 1969.



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